El éxito de nuestra
vida profesional y personal se debe en buena parte a cómo nos comunicamos, la
forma en la que somos capaces de trasmitir ideas, sentimientos o emociones. La naturaleza del ser humano es
social, por lo que la comunicación es la forma de interactuar con el mundo.
Desde el
mismo tiempo en que los seres humanos aparecemos sobre la tierra, para
sobrevivir, necesitamos comprender a los demás y hacernos comprender. La red de
comunicaciones ha ido evolucionando al compás de los tiempos, formando a
nuestro alrededor una tela de araña de la que no podemos escapar
Todo ser
vivo tiene y siente la necesidad de comunicarse y ser comunicado. Hay necesidad
de transmitir y compartir emociones, pensamientos, sentimientos y deseos. Por
tanto, la comunicación es inherente a la condición humana.
Ahora bien, los seres humanos somos diversos y nacemos
con predisposiciones… o dones, si se quiere emplear ese término; que, si se
cultivan (y esta condición es fundamental), pueden ayudarnos a sobresalir.
Las personas que parecen estar dotadas de cierto
talento para algo (hablar en público, por ejemplo) solo parten con ventaja
frente al resto. Nada más. Si aprovechan esa ventaja y cultivan sus cualidades,
llegarán a sobresalir y hasta a ser geniales. ¿Y qué ocurre con quienes no
poseen este ’don’? Nada, puede que tengan que esforzarse un poco más pero nada impedirá a todos los demás llegar
a ser geniales.
Lo mejor de todo esto es que nadie está obligado a ser genial ni el
mejor en nada, ni siquiera a aspirar a serlo. Todos podemos ser competentes. De hecho,
a menudo basta con esto. Y conseguirlo está al alcance de
cualquiera que posea el interés suficiente para aprender.
¿Nos proponemos para el 2021 seguir cultivando
nuestras habilidades comunicativas, que tantos beneficios nos proporcionan
cuando somos competentes? Beneficios dentro de la empresa, en el trabajo, con
nuestros hij@s, nuestra pareja…
Personalmente, creo que la comunicación, como arte que
es, se ejercita y al entrenarse, podemos llegar a ser comunicadores
competentes, eficaces y geniales. Pero ¿qué es ser un bien comunicador?
¿Sobre qué premisas se construye un buen comunicador?
Es consciente
Consideramos que comunicar es solo hablar y lo hacemos de forma
inconsciente, automática; sin embargo, la comunicación es ser consciente de lo que
estamos haciendo y diciendo.
Debemos ser conscientes de qué estamos hablando cuando estamos hablando, y
qué estamos escuchando cuando estamos escuchando. Se trata de estar presentes y
atentos mientras hablamos o escuchamos dejando a un lado filtros o juicios,
expresando lo que sentimos o necesitamos, sin ofender a otros, permaneciendo
abiertos a cualquier posibilidad de diálogo y sintonía.
Es una habilidad que tenemos y que podemos entrenar.
Básicamente consiste en ser
consciente de lo que está ocurriendo mientras está ocurriendo. Se trata
de poder observar, sin juzgar, con una actitud de
aceptación, curiosidad y apertura a lo que está sucediendo en el aquí y en el
ahora. Es una consciencia pacífica
acerca de lo que sucede fuera y dentro de nosotros (sensaciones
físicas, emociones y sentimientos, pensamientos, etc.) que nos permite
relacionarnos de forma más sabia y eficaz con nosotros mismos y con los demás.
Es observador/a
El comunicador debe desarrollar la
capacidad de mirar a su entorno y ver cuáles son los rasgos que lo definen.
Tiene que ver más allá de las razones, descubrir las emociones que movilizan a
las personas con las que interactúa.
Empatía
Ya no se trata de simpatía, esto es algo del pasado; el
comunicador es empático. El profesional inteligente y perspicaz es capaz de
ponerse en la piel del interlocutor, hacerse cargo de cómo se siente e intentar
ver desde su perspectiva. El comunicador tiene que practicar la empatía
afectiva y la cognitiva, sentir y ver como el otro, situarlo en sus razones y
emociones, interpretarlo en su escenario.
Decidimos desde la emoción, justificamos desde la razón. De acuerdo con este precepto es imprescindible identificar las
emociones propias y ajenas para entender los comportamientos. El mundo
cartesiano está en revisión porque se había olvidado de las emociones,
consustanciales a la condición humana. Inmersos en la sociedad postindustrial,
más líquida que sólida, no debemos pensar tanto en los porqués como en los para
qué. Dado que la emoción es un disparador que permite anticipar un
comportamiento, percibirlas es el primer paso para gestionarlas.
Ser preciso en el lenguaje.
El comunicador debe hablar con propiedad. Su lenguaje ha
de ser preciso y comprensible porque es ‘precioso’ para el proceso de diálogo. Hemos
de cuidar el lenguaje, la herramienta que crea la realidad en la que habitamos.
Actualizarse y ‘actitudializarse´
Debemos tener la humildad de ‘desaprender’ para volver a aprender, para
estar siempre aprendiendo. Estar al día no significa estar a la última, sino
dejar atrás los malos hábitos, incorporar nuevas creencias, reciclarse
constantemente y asegurarse de que las actitudes lideran siempre las aptitudes.
Confianza
La
confianza hay que generarla y transmitirla. Se trasmite utilizando simples
recursos como mantener un tono firme y seguro que no tenga connotaciones
dubitativas o las frases suenen a pregunta en vez de a afirmación. Para mostrar
confianza también es importante mantener el contacto visual porque ayudará a
reforzar el mensaje.
Mostrar
confianza no es ser arrogante o agresivo, sino es mantenerse firme pero
amigable ante una opinión.
Personas con cierta
perspectiva, abiertas a nuevas experiencias y realidades. Mente abierta
Los conflictos y discrepancias son inevitables en cualquier relación
personal y laboral. Saber actuar y manejar estas situaciones de una forma sana
es esencial para que las relaciones funcionen. Es necesario saber afrontar
conflictos y enfrentarnos a ellos; si los evitamos terminarán por enquistarse
lo que provocará resentimientos y mal estar. Para que esto no suceda debemos
ser conscientes de que puede haber diferentes puntos de vista sobre un mismo
hecho y los debemos escuchar sin juzgar inmediatamente. Es fundamental respetar
todas las opiniones y para ello mantener la mente abierta y flexible favorecerá
tener conversaciones más honestas y productivas.
Control corporal
propio y ajeno
Este
punto guarda relación con el primero. Debemos ser conscientes de nuestras
reacciones físicas y de las de nuestros interlocutores. La comunicación tiene
un componente racional pero también relacional y nuestro cuerpo filtra nuestras
emociones mediante gestos, expresiones, movimientos…
Es
importante detectar el lenguaje corporal de los demás y también controlar el
nuestro para que el mensaje sea enviado y entendido a la perfección.
No podemos saber lo que piensa una persona a través de su lenguaje no verbal, pero el lenguaje corporal nos permite
inferir cómo se siente, qué rasgos dominan su personalidad o cuáles son sus intenciones,
información que en ocasiones resulta mucho más valiosa que las palabras. Además y como ocurre con la comunicación verbal, debemos ser muy precisos en la expresión de nuestro propio lenguaje corporal,
ser capaces de monitorizar nuestras conducta y de calibrar el efecto que esta
produce en los demás. Algunos estudios evidencian que las personas más influyentes y persuasivas tienen una gran consciencia del lenguaje
corporal propio y ajeno, al margen del campo profesional
en el que hayan triunfado. Se trata de una condición fundamental para el éxito.
Se trata,
por tanto, de desarrollar la autoconsciencia de
la conducta corporal, de la
misma forma que los deportistas la propiocepción para
reconocer la posición y condiciones de su musculatura. Es cuestión de
concentración. Y de focalizar la atención en los principales canales del
lenguaje corporal, buscando su congruencia y sincronía con las palabras.
Los buenos comunicadores
disfrutan y crecen con la autocrítica, y desarrollan
su talento para la observación y la propiocepción. Antes de cuestionar la
capacidad de entendimiento ajena se preguntan por su propia habilidad para
expresarse con eficacia, y prestan atención al aspecto emocional tanto o más
que al racional.
En condiciones
normales, todos, absolutamente todos los humanos, podemos ser buenos
comunicadores, lo traemos de serie. Y para descubrirlo no hay excusas que
valgan… ¿o eres de los que ponen alguna de estas excusas?
“YO SOY ASÍ”. Reivindicación que suele esconder algún tipo de
inseguridad.
“YO YA NO
CAMBIO”. Grave error: considerar que las aptitudes innatas
son lo mismo que las habilidades adquiridas.
Quienes llegan a ser buenos comunicadores no ponen
excusas, y son capaces de cuestionárselo todo en el proceso de aprendizaje,
incluyendo su forma de ser. No les asusta descubrir nuevos aspectos de su
personalidad, que hasta ese momento ignoraban, y se ocupan de verificar el
efecto que su conducta causa en los demás. Saben que estamos en constante
cambio y evolución, y que hasta en el último minuto de nuestra vida podremos
aprender algo.